SALVEMOS LA DISCUSION
Sí, lo reconozco, me gusta discutir, de hecho veo la discusión como una rarísima y delicada especie en extinción, a proteger.
Y es que, efectivamente, una leyenda negra persigue a esa palabra tanto o más que al ganador de O.T. En cuanto algo huele a discusión siempre se encienden en algún grado las alarmas.
Pero que entiendo yo por “discutir”, o mejor dicho, ¿qué significa exactamente “discutir”?
Según la rae, y transcribo, es: “Dicho de dos o más personas: Examinar atenta y particularmente una materia”
(http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=discutir)
Lógicamente, y eso es lo enriquecedor, tiene que haber más de una persona para entablar una discusión, como comprobamos en la descripción. Lo cual ya nos da pistas sobre su carácter positivo y constructivo.
El asunto es que, y a lo mejor soy un poco rarito que lo soy, pero me molesta que esté extendido equivocadamente que discutir es algo negativo. O más en concreto, que se relacione la discusión con lo que provoca la mayoría de las veces: la riña. Pero he aquí que volvemos a tirar de la “rae” para encontrarnos con que “Reprender o corregir a alguien con algún rigor o amenaza” (reñir) no tiene absolutamente nada que ver con “discutir”.
Ante todo: “Riñas no, discusiones sí”. Y ya me quedo más tranquilo.
Pero entonces, porqué no discutir, ¿es por el temor de que se convierta en riña? ¿dónde está la frontera entre ambas?¿sabemos distinguirla?
Yo creo que la clave está en el, ahora tan sobado por Zapatero, “talante”. Y es que se debería poder hablar de todo, repito: de todo. Pero ¿qué pasa entonces?, ¿Surge la riña porque entramos en terrenos pantanosos, por despertar sensibilidades a flor de piel? ¿O por chocar con posturas muy inmovilistas o intocables en temas como la política, (un tema más tabú que el sexo) u otros más personales?
Puede parecer que si tratamos ciertos temas delicados nos arriesgamos a entrar en riña. Quizás sí y quizás no, depende de con quien hablemos. Lógicamente unos temas conllevan más riesgo que otros, y hay que darles el tratamiento adecuado.
Pero, sobre todo, llegado el momento deberíamos esforzarnos en distinguir cuando las personas quieren discutir sin intención de acabar riñendo. Y sí, creo que es ese miedo que aparece con la discusión la que la ha llevado al borde de la desaparición. El miedo a reñir.
De hecho los hay que, por deporte, indefectiblemente te van a llevar la contraria (generalmente elevando el tono) a lo que les plantees, en una guerra de egos cimentando ese miedo. Y es que el no saber al 100 % si es buena idea continuar una discusión o no, hace que se coja el camino fácil, eliminar al animalito.
Pero si estamos dispuestos y decididos a discutir como dios manda, y cooperar en su repoblación creo debemos ponernos muy empáticos. Contener el ego por si, en algún momento surge una bendita discusión, y tenemos que reconocer que el de enfrente tiene razón en algo, o incluso en todo, y poder admitir con "fair play" que estamos totalmente equivocados. Solo así salvaremos la especie.
Siempre que estemos discutiendo de verdad claro, porqué sino, y como oí una vez no se donde, “al que tiene la razón no hay que dársela”, no le hace falta.
Pero bueno, no perdamos más tiempo. Dejemos la discusión ya y pongamonos a discutir.
viernes, 25 de julio de 2008
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