Tras un comentario de mi buen amigo Bruno Pekin, al que cariñosamente le dedico la entrada, y a pesar de mi condición de recién llegado al mundo de los blogs, hay algo que me gustaría subrayar y a lo que hace algun tiempo que le doy vueltas.
¿Hay límites en un blog?¿Un libro de estilo?¿Unas normas no escritas?¿Una corriente quizá?¿Un "algo" que nos indique qué es lo que debemos de plasmar o lo que no en los blogs?
¿No?
Si la respuesta es no, estupendo, sino reivindico desde aquí sin acritud (como decía aquel), el derecho a poner en el blog simplemente lo que me de la gana.
Las críticas a este respecto serán, como todos los demás comentarios, un sintoma de que el blog sigue vivo. De que al menos alguien ha dedicado un momento de su existencia a leer y poner en entredicho lo aquí escrito.
Y me parece bien. Sería aburrido lo contrario. Y de hecho aún no he tenido que eliminar ningún comentario.
Y ahora explico lo que parece una pataleta.
Hace algún tiempo, y tras oír hablar repetidamente del fascinante mundo de second life, finalmente dediqué una parte de mi escaso tiempo a entrar en ese mundo virtual. Creé un avatar con ciertas características físicas parecidas a las mías, y me adentré en un nuevo mundo de relaciones personales en el que los disfraces virtuales deshinbían positivamente facilitando la socialización, conocerse vamos.
Tras poco tiempo, y con decepción, me encontré con que la mayoría de los usuarios de este nuevo mundo virtual invertían la mayor parte del tiempo en tiendas de ropa y accesorios para enriquecer la imagen del avatar. Se buscaba un status dentro del nuevo mundo. Un status que los diferenciase, bien por su originalidad, o por su habilidad para modificar su imagen.
En el lado positivo de la experiencia destaco que conocí mucha gente que, con un alto grado de altruismo, te ofrecían sus conocimientos para ayudarte a desenvolverte, y sin los que hubiese estado perdido.
Apenas encontré malos rollos, o gente fastidiando digamos. Pero entonces, ¿porqué duré tan poco? Seguramente esperaba otra cosa. Esperaba, sobre todo, y tratándose de un mundo virtual, mayor libertad, aunque fuera virtual.
No la encontré. Y es que creo que estamos tan acostumbrados a las limitaciones, que nos limitamos a nosotros mismos incluso cuando no hace falta. La libertad nos da miedo. Somos como esos grillos, que atrapamos en una caja de cerillas de la cual después no quieren salir porque se sienten seguros.
"¿Pero qué es esto que no entiendo?"
Hay que etiquetarlo, intentar catalogarlo, acotarlo, buscarle una explicación. Y eso, a veces, no es posible.
Que quede claro que seguiré, como siempre, publicando mis irregulares y quizá poco clasificables entradas.
He conocido magníficos blogs, elaborados unos, originales otros, frescos y viscerales también... y tengo muy buena impresión tanto del fenómeno blog como de la gran mayoría personas que "virtualmente" he conocido por aquí.
Tan sólo intentaré ser fiel a mí mismo respecto a lo que apunto (aunque esto sea más para mí que para otra cosa)
Creo que si queremos que el mundo de los blogs respire, sea fresco, viva, y tenga futuro, por favor, no le pongáis normas ni cortapisas.
Y cierro con una frase que añadiré en breve a mi desatendida sección de frasescitas:
La libertad es como el agua,
puedes etiquetar su envase no su contenido.
EDITORIAL
martes, 14 de octubre de 2008
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4 comentarios:
BUENA FRASE.
gracias hermoso
Pues si, la verdad es que cada uno tiene un blog y lo hace como le da la gana... y si hay comentarios y visitas te dan mas ganas de seguir, porque da como mucho gusto...
Pero el lenguaje del blog es sencillo, es un lenguaje corto, directo, desde las tripas, lo tienes que hace para que se entinda desde la primera lectura, si no, aburres :)
Besicos
Si Belén, tampoco se trata de dar la chapa, para eso ya están los políticos jeje
besos
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